LA COLINA, de Daniel Gallegos

¿Qué sucedería si la Organización de las Nacionae Unidas (ONU) una institución de indiscutible jerarquía, creada para un mejor entendimiento entre los seres humanos, decretara la muerte de Dios?

                          

LA COLINA, de Daniel Gallegos, plantea esta interrogante. Un problema filosófico de enormes dimensiones causado  por la mismísima mano del hombre quien expresamente ha resuelto vivir sin El.

En la colina cercana a un famoso santuario se encuentra un refugio de montaña que alberga a un conjunto de personas en la víspera de su descenso para asistir al gran funeral.  Todos —al unísono con el espectador—  resultarán irremediablemente afectados por tan inesperada decisión.  Entre ellos se puede identificar, tal como se señala en la primera edición de la obra,  a “los que vivieron sin Dios, los que vivieron para Dios,  los que pretendían que Dios viviera para ellos y los que simplemente vivían de Dios”.

Esta inusual tertulia se torna viva, entretenida, intensa, apasionada.  Surge el humor, se llega a los extremos más increíbles, se bordea la parodia, la tragicomedia, el drama.  De manera inadvertida, con gran  fluidez,  formulados con un moderno lenguaje escénico, aparecen símbolos propios del auto sacramental. 

Los personajes que en un principio se presentaron como seres rígidos e inamovibles sufren un giro fundamental en sus vidas que plantea un desafío directo al público: lo confronta con una situación crítica que en última instancia lo obliga a reflexionar sobre aspectos ineludibles del significado de la vida y del paso del ser humano por esta tierra.

Premio Aquileo J. Echeverría de Teatro, 1968, LA COLINA, de Daniel Gallegos, fue representada por primera vez por la Asociación Cultural Teatro Arlequín de Costa Rica en el Teatro Nacional el 20 de abril de 1968,  bajo la dirección de Carlos Catania, y ahora revive con juveniles bríos en esta nueva puesta en escena.

Rodrigo Durán Bunster